Impacto de la narcocultura en la Educación Primaria de Sinaloa**

Por Kevin Gibrán Rodríguez Wong

Múltiples situaciones relacionadas con la subcultura del narcotráfico  se han presentado dentro de las primarias a las que he acudido con la finalidad de realizar mis periodos de práctica. Desde las pequeñas acciones  en donde el niño entona alegremente un corrido –lo cual sólo me hace recordar a algunas amistades-, hasta algunas que me han hecho vivir momentos incómodos. Algo así como un: “Profe no lo regañe, es sobrino de  quien sabe quien” (por no recordar el nombre).

Lo importante aquí es contemplar qué postura adquiere el profesor de nuestro estado ante esta situación. El docente de vocación buscará hasta el cansancio la manera en la que la mayoría de los alumnos tengan el material necesario para construir su aprendizaje, y guiarlo en caso de salirse del enfoque. Pero, ¿qué hacer cuando se me amenaza por acciones que, según yo, son para ayudarlo a que aprenda?

La subcultura del narcotráfico es multifacética. Tiene una gama de amplias vistas y van acorde a la idiosincrasia de un núcleo muy importante para lograr el proceso de enseñanza: la familia. Por lo tanto, podremos encontrar quienes son discretos, humildes, hasta quienes expresan agresividad en cada paso que dan. Por ende el problema de aprendizaje radicará, a no ser por razones ajenas al tema que estamos manejando, en la actitud de las últimas mencionadas.

El por qué de la adquisición de estos patrones de conducta, la podemos encontrar sin duda alguna bajo la Teoría del Aprendizaje Social, de Albert Bandura. La cual se simplifica en el hecho de que el niño imita la conducta de una persona con la cual siente que los protege, sienten seguridad. La probabilidad de que esto se logre con éxito es proporcional a los resultados de determinado comportamiento: Resultados positivos- mayor probabilidad de reproducir la conducta. Ahora bien, bajo este mundo actual tan materialista y un régimen de consumismo igual a felicidad difundida a múltiples escalas por los medios de comunicación (lo cual recae también en la familia). ¿Qué probabilidad tienen los niños de nuestro estado en reproducir una actitud que deja una vida de lujos, muy a pesar del corto tiempo que logran vivir?

La respuesta parece obvia (quien opine diferente lo puede hacer saber aquí abajo), y para mí es una probabilidad casi pegándole al 90%. Y el maestro, a sabiendas de la contaminación cultural de algún alumno, tiene de dos sopas: A) no atiende al alumno, poniéndolo en un plano invisible o de me da igual. B) Buscar en el niño esa concientización sobre sus acciones y lo perjudicial que puede llegar no sólo para su vida en sociedad. O bien, buscar ser esa figura modeladora de conducta.

Es un trabajo bastante complicado, y podría emplearse como un proyecto a largo plazo. La conciencia como regulador de conducta, factor dador de justicia, está por los suelos. Las afecciones hasta ahora presentes del narcotráfico son parte, desde mi punto de vista, de una identidad nacional, por ende una conciencia histórica, mal enfocada. Pero ese, será otro tema.

**Acotación de ponencia presentada en el 2do Foro Estudiantil Normalista.