La mejora escolar y sus infructuosos intentos
Por Oscar Isaac Corral Arias
En diferentes ámbitos de la vida es común aludir a la
necesidad de mejora. En educación no hay excepción, es habitual y recurrente referirse
al concepto de mejora escolar en varios aspectos: desde la infraestructura, las
relaciones entre la comunidad, la gestión administrativa, las prácticas
docentes y demás.
La noción de mejora escolar impregna el lenguaje educativo.
En las reuniones de Consejo Técnico Escolar (CTE) los docentes suelen ponderarlo, en sus
discursos está presente, en sus documentos de planeación institucional también.
La noción es asimilada de una forma más o menos inconsciente y se le usa casi
para todo. No es para menos, la mayoría
de los programas y documentos oficiales tratan de orientar las acciones hacia
esos procesos de mejora. Lo logran, siquiera en el plano discursivo.
Conviene reflexionar
sobre el estado que guarda la educación en nuestras escuelas y la relación que
se establece con la mejora escolar, con ese concepto, con la traducción de ese
lenguaje en acciones concretas. No es cosa menor imbricar dicha idea en el
ejercicio profesional que llevan a cabo las instituciones educativas.
Escudero (2004) nos da
una idea de las implicaciones que tiene esa incorporación. Señala, entre otras
cosas, que los centros educativos deben entenderse como lugares de aprendizaje,
donde sus maestros aprenden y se desarrollan; que la colaboración de docentes,
con o sin apoyo de fuera, debe
constituir momentos de crecimiento profesional, además de priorizar a las
instituciones educativas y profesores como protagonistas del proceso de mejora
escolar.
Siguiendo esa idea, es interesante examinar hasta qué punto
nuestras escuelas son lugares orientados hacia la mejora. Tengo sospechas de
que dichos procesos tienen mayor presencia en los discursos y planeaciones
institucionales, que en la práctica. No sostengo que no exista dicha mejora,
sin embargo, la necesidad que plantea la educación en nuestros días obliga a
que ésta se institucionalice.
La mejora escolar vive de manera aislada en nuestras
escuelas, en nuestras aulas, con nuestros profesores. Como señalé, en el
sistema educativo hay escuelas y profesores que de diversas maneras echan a
andar procesos de mejora.
En algunas ocasiones, mayormente cuando se habla de docentes,
su experiencia y trayectorias personales les brindan una capacidad de toma de
decisión que influye positivamente en su ejercicio profesional. Lo mismo en
aquellas escuelas donde están instalada la mejora educativa como parte de su
cultura. La relación entre docentes, las rutinas, el liderazgo, la personalidad
de los integrantes, entre otros factores, dan como resultado una organización
orientada hacia su mejoramiento.
Sin embargo, tanto en docentes como en las escuelas, los
procesos de mejora parecen estar instalados por esfuerzos individuales o
condiciones aisladas, más por la suma de factores casuales que por ejercicios
planificados y sistemáticos.
Durante la última reunión de CTE se abordó una propuesta diferente
a la habitual. En la cuarta sesión
ordinaria, las escuelas sesionaron bajo la modalidad de Aprendizaje entre escuelas. Esto supuso, entre otras cosas, el
intercambio de experiencias, análisis y reflexiones entre docentes de distintos
planteles.
Si bien, los CTE son espacios para reflexionar
y establecer rutas de mejora escolar, tanto individual como colectiva, la
percepción de una buena parte de los docentes no es esa. Al contrario, muchos
los consideran innecesarios y otros más, como una pérdida de tiempo.
En ese contexto,
valdría hacer la pregunta de ¿hasta qué punto los docentes aprendieron del
otro? Los CTE son espacios que profesionalizan la práctica docente, pero la
manera con que se han efectuado en muchas escuelas no ha tenido efectos
tangibles en la mejora de las prácticas. Ello genera que previo a la reunión se tengan actitudes de
duda y escepticismo en algunos casos, y en otros irritación y fastidio.
La SEP ha tratado de incidir en los procesos de mejora de
diversos modos, uno de ellos ha sido el de introducir planes de desarrollo
institucional. Sin embargo, la práctica revela que muchas escuelas han fallado
en alguno de los diferentes momentos que implica su puesta en marcha, y por
tanto, los resultados no son los esperados.
La mejora escolar debe desentrañarse a partir de casos
particulares y colectivos de docentes y escuelas que realizan prácticas
exitosas. Es indispensable hacer explícito
lo implícito y sistematizar dichas prácticas en otros contextos donde los
docentes, individual y colectivamente, consideran que requieren apoyo. Los CTE están en ciernes para lograr lo
anterior, pero de continuar la inercia infructuosa que han seguido en muchas
escuelas, se corre el riesgo de perder ese espacio valioso de reflexión.
Es necesario reconocer
que como docentes, muchos no hemos sido formados para mejorar. Más bien, esos
procesos de mejora emanan de la existencia de una voluntad personal más que de
una profesional. Es el producto de una
crisis en la formación docente en nuestro país.
Finalmente, ser consciente de esto abre una oportunidad, y al
mismo ésta se fortalece del talento y la capacidad que existen en muchas de
nuestras escuelas. Todas esas capacidades excepcionales para progresar
positivamente deben incorporarse de forma intencionada en las prácticas
profesionales de los docentes y las escuelas.
En ese caso, se podría decir que la mejora está en marcha.
Referencias
Escudero Muñoz, J. M. (2004). La mejora de la educación
como marco de referencia para el asesoramiento pedagógico. En J. Domingo
Segovia, Asesoramiento al centro (págs. 15-50). México, D.F.:
SEP/Octaedro .
correo: oica13@gmail.com
Amigo Isaac es un placer leerle y sobretodo ver sus puntos críticos del quehacer docente, lo felicito y le deseo éxito, la mejora está en marcha, Usted lo ha dicho, sigamos construyendo. Un abrazo
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