Una cartografía de la figura del docente durante la pandemia: de héroes a villanos


 

Jorge Iván Chavarín Montoya

Ha pasado mucho tiempo desde que los medios comunicación, políticos y jefes sindicales resaltaban la labor titánica de los docentes al enfrentar el distanciamiento de las aulas. Una reivindicación ante los años oscuros. Basta con recordar cómo el presidente hacía gala en sus mañaneras con videos de maestros exponiendo sus sets de grabación, empleando aplicaciones de comunicación, estrategias interactivas y demás formas donde adecuaban su didáctica a un contexto digital. Todo un reto para un país donde más del 30% del total de las escuelas de nivel básico son multigrado. Ahora, la situación es muy distinta, parece que todos opinan silenciando la voz de aquellos que una vez llamaron héroes.  

Nunca se olvidará el reconocimiento gubernamental por parte del ex Secretario de Educación Esteban Moctezuma y su prometido regalo. La fuerza mediática que recayó en la figura del docente solo era comparable con la de los apóstoles de la educación de Vasconcelos a principios del siglo XX, una perspectiva positiva hacia el magisterio que hacía muchos años no se veía en México. Sin embargo, la crudeza de ser el foco de los medios recae en la extrema visibilidad, en colocar bajo una balanza pública las virtudes y deficiencias, una balanza que no siempre tiene la mejor perspectiva y no siempre nos lleva a la crítica más objetiva. Así como la simpatía por el profesor había subido también cayó con la misma rapidez.  

La pandemia se alargó más de lo que cualquiera se hubiese atrevido a apostar. La rutina de mantener un modelo educativo sustentado en un nulo referente tecnológico, comenzó a pesar. Aprende en Casa, que se inauguró con carnaval, se transformó en un elefante blanco que fue perdiendo relevancia. Los Webinar que servían como medio de capacitación se alejaron de las necesidades docentes del momento, disminuyendo gradualmente su asistencia. Y salieron a relucir una gran cantidad de carencias, reflejo de la poca inversión que se le ha dado a las habilidades digitales en la escuela mexicana, más allá de programas temporales que priorizaron la entrega de aparatos tecnológicos, ya descontinuados, sobre una educación continua de programas vitales como: word, excel o los correspondientes a google, que de mucha ayuda serían a la docencia.    

Las clases de historia nos han enseñado que ante una situación de crisis lo mejor es crear un villano, una Karla Panini en quien recaiga toda la frustración. Y es cuando la pregunta viral nació: ¿Y para cuándo vuelven los maestros?          

La villanía de la figura docente fue un proceso gradual, una lucha con el tiempo que pasó de ser una serie de posts cómicos, memes de maestros ejerciendo su labor en la playa o hilos de Twitter de alumnos y padres quejándose, hasta llegar a configurar una serie de estereotipos negativos a la labor, mismos que eclipsaron el reconocimiento de meses atrás. En ningún momento eximo a mis colegas de evadir responsabilidades, somos humanos y al igual que en otra profesión hay diversidad. El problema de esa generalización radica en que al centrar la atención a sólo un fenómeno, otras problemáticas de igual o mayor importancia pasan desapercibidas. Se habla mucho de la necedad del maestro al no volver y poco de las escuelas hurtadas que no están en condiciones de albergar niños o de la falta de un canal comunicativo directo entre las instituciones educativas y de salud en casos de emergencias.     

A forma de conclusión me gustaría dejar testimonio de lo triste que es ver como la figura del profesor pasa de ser de héroe a villano, y viceversa, tan rápido que solo podemos pensar que esta viene a corresponder a la necesidad del momento, impidiendo ver otras áreas de oportunidad, pero siempre será más fácil responsabilizar al profesor que cambiar de raíz un sistema que ya se siente viejo. 


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