Por José Alberto Barrera Gamboa
“De la lengua maya aprendieron que no hay jerarquía que separe al
sujeto del objeto, porque yo bebo el agua que me bebe y soy mirado por todo lo
que miro”.
Eduardo Galeano
En el marco de la reforma integral de la educación, se dicta que la evaluación será un instrumento
fundamental en el análisis de la calidad, la relevancia y la pertinencia del
diseño y la operación de las políticas públicas. Pero, penosamente, en lo que a
política pública nacional concierne, en cualquiera de sus ámbitos, ésta requiere
más que evaluación, fiscalización.
Para
el análisis de calidad, desde los puestos gubernamentales por elección
“popular”, hasta los trabajadores de las dependencias educativas (docentes,
administrativos, intendentes, o cualquier tipo de directivo.) se debe comprobar
en cada uno el dominio de conocimientos básicos y específicos que certifiquen su
capacidad intelectual para desarrollar de manera eficiente su trabajo.
Y
por esto, resulta fundamental observar su labor, el sentido común dicta respetar
el área donde el señalado ejerza, observarlo. Recae en la observación la
valoración, es decir, ver realmente cómo se conduce; y con ello, esperar un
criterio transparente y justo, juicios objetivos, pertinentes y encaminados a
la mejora del desempeño.
Pero
lo anterior contrasta, con la obstinación que como política pública ha promocionado
la presente administración federal: la imperiosa evaluación. Una evaluación
diseñada sin pertinencia y cuyo argumento fuerte asevera que de hacerse, no
importando en las circunstancias en las que se haga, la educación mejora, y
advierte que de no hacerse se continuará en una profunda crisis educativa con
pésimos resultados de desempeño académico.
Estas
afirmaciones son regularmente hechas por el Secretario de Educación Pública (en
turno) y otros funcionarios estatales, incluyendo hasta el mismísimo general
Cienfuegos, quien días antes recitó muy entusiasta y en cadena nacional cada
una de las enormes ventajas y bondades de la reforma educativa. Razones
avaladas, evidentemente, por una vasta experiencia militar y una nula
experiencia en el campo educativo.
Si
bien no se le resta a nadie el derecho de opinar sobre un hecho de incumbencia
general, ¿Por qué no hacer énfasis en el parecer de alguno de los un millón
trescientos mil maestros involucrados? ¿Por qué no presentar y difundir en los
medios el punto de vista crítico de verdaderos especialistas en educación,
especialistas de formación y profesión? ¿Por qué no dar a conocer y someter diversos
análisis formales la iniciativa propuesta por verdaderos colegiados y
ciudadanos expertos en el campo?
Esto
es, existe ya elaborada y planteada ante nuestras autoridades una contraparte
de la Reforma Educativa, pero ésta ha sido ignorada por los promotores de la
misma, dicho documento insta a observar, analizar y modificar aspectos de la
Reforma incongruentes e insuficientes a las verdaderas necesidades de la
Educación Pública en México.
Ante
el hecho, el Secretario de Educación Pública declaró, que conocía las diversas
opiniones, pero la reforma, tal cual, es justo lo que se requiere en políticas
educativas, no más, sin opciones de cambio, mucho menos aceptación de
inconsistencias. Se pinta, entonces, a la Reforma Educativa, cómo un método
infalible, una misiva perfecta y absolvente, un libro sagrado institucional exento
de fe de erratas.
Ya
en la práctica, la cuestión evaluativa, como lo señala la Ley General del
Servicio Profesional Docente (LGSPD) acreditará el ingreso, permanencia y
promoción en el sistema educativo mexicano. Examinemos el siguiente elemento: Las 4 etapas
de evaluación que garantizan la idoneidad en los docentes frente a grupo,
directivos o supervisores, en ningún momento (al menos en las evaluaciones
pasadas) contemplan la observación de los docentes en su medio, un
requerimiento básico, fundamental, obvio para “medir” su desempeño profesional,
además la experiencia
internacional en países con alto desarrollo educativo dan claridad de la
relevancia y necesidad que tiene observar a los docentes in situ, ahí radica la perfecta aplicación de una evaluación, notar
cómo resuelve problemas con sus alumnos, advertir cuál es el trato que tiene
con ellos, saber de qué manera atiende las necesidades que surgen, percibir la
relación con la comunidad. Corea del Sur que ya supera a Finlandia en la
vanguardia educativa, en la evaluación a sus docentes además de la observación toma en cuenta
la participación de los estudiantes y sus familias.
Por
otro lado el proceso evaluativo debe de reconocer la obligación de entender las
condiciones en las cuales se labora, el contexto del que provienen los alumnos,
sus características individuales y todos esos factores que para conocerse
realmente se tienen que atender en el
lugar: la escuela. Sin embargo, esto se cubre mediante una actividad de mera
simulación. Durante las etapas donde se expone el expediente de evidencias de enseñanza y la planeación argumentada,
todo indicio referente a las características de los alumnos, la escuela y el
contexto, se presenta por escrito. El mismo docente redacta de la mejor manera
posible detalles del entorno que concuerden con lo que está presentando y
justificando. Redactar coherentemente, sea verdad o no. Por lo tanto el proceso
evaluativo carece de relevancia, carece de pertinencia. El proceso evaluativo solicita
por separado al sujeto del objeto.
Una
evaluación veraz y objetiva, debe ser una evaluación in situ, en la praxis. Sin
embargo, para eso se necesitan dos cosas: voluntad política real y presupuesto,
mucho presupuesto.
No
obstante, el presupuesto destinado a la educación tiene al menos 3 años a la
baja y el próximo año fiscal vislumbra una reducción importante, cerca de dos
mil millones de pesos. Lo que explica el empecinamiento de la SEP para
instaurar como Evaluación de Desempeño, exclusivamente un examen estandarizado.
Un
resultado idóneo que se arroje de este tipo de examen no catapultará ni el
ejercicio del docente, ni mejorará los resultados académicos de los estudiantes.
Las
carencias que padecen nuestros alumnos han
sido evidenciadas por la prueba PLANEA, 81.2%
de los estudiantes mexicanos obtuvieron un resultado deficiente en matemáticas
y 64.2% en Lenguaje y Expresión Oral. Resultados que avalan los obtenidos en el
examen PISA aplicado en el año 2012; México es el país con el peor desempeño en
matemáticas, lectura y ciencias entre los países miembros de la OCDE.
Es
paradójico que a pesar de que estos resultados dan testimonio del insuficiente
nivel educativo del estudiante mexicano, y luego de la propaganda por parte de
las autoridades educativas de responsabilizar al maestro de estas lagunas, culpa
que se convirtió en la razón primordial para llevar a cabo la evaluación al
desempeño, más del 80 % de los docentes evaluados (cerca de 130 mil a nivel
nacional, según cifras oficiales de la SEP) resultaron aprobados.
Lo
absurdo simplificado en cifras: según PLANEA 8 de cada 10 alumnos son deficientes;
según el INEE 8 de cada 10 maestros son Idóneos.
Datos
duros que abonaron la crítica del sector magisterial, intelectuales y
académicos al razonar que, si la constante de la autoridad educativa había sido
culpar o centrar en el maestro el fracaso del sistema educativo mexicano, los
datos expresan que: pese a las presión, el miedo, los cercos policiacos y las
anomalías del proceso y el hostigamiento para someterse a éste…los maestros no
son los culpables.
Mínimo
los evaluados no son culpables. Y, si ellos no… ¿Entonces de quién? ¿Qué es lo
que falla?
Otro
cabo suelto que asoma la Reforma es la posibilidad de que cualquier
profesionista funja como docente, solo acreditando un examen. Desde una visión
general no es un error redondo, pero raya en serlo. No todos los que estudiaron
para maestros son buenos, ni todos los profesionistas que son maestros son
malos, se pueden destacar ambas clasificaciones en las partes.
Ahora bien, la SEP, afirma que recoge
experiencias exitosas internacionales en cuanto al deber ser docente, aun así,
erra al pasar por alto la importancia que dan estos mismos países a los cuales
reitera seguir; Finlandia, Noruega, Corea del Sur, Francia, Cuba todos ellos
apuestan por la formación docente, la educación es una profesión con prestigio y
los profesores tienen gran autoridad en la escuela y en la sociedad. La
preparación para la docencia es vocacional, complicada, exigente y larga. Y ahí está el éxito que han tenido a nivel
regional e internacional en el aspecto educativo.
¿Por qué entonces no aprovechar la
experiencia de la educación normal en la formación? ¿Por qué no mejorarla? ¿Por
qué no concentrarse para que la carrera docente, sea una profesión de
exigencia, estricta, especializada, completa y eficaz en la que, ciertamente
grupos de excelencia lleguen a ser maestros?
Actualmente, la Secretaría de
Educación Pública promueve una inútil competencia entre los que estudiaron para
ser maestros y quienes, desafortunadamente, no tienen oportunidad de empleo en
sus áreas. Todo disculpado como una competencia sana y abierta, y de donde
brotará de manera espontánea, el
mejoramiento de los resultados de alumnos y maestros. Eso es lo que dicen.
Es
irrebatible que, de quererse un sistema educativo exitoso, el país debe de
asimilar a la educación como el motor del desarrollo.
Respaldo
una reforma que se dé cuenta de las condiciones en las que están las escuelas
del país, de la historia de vida de los alumnos y que haga incluyente a los
padres de familia.
Una
reforma que realmente invierta en educación, no que la recorte, no que la
ahogue.
Una
reforma que comprenda que es el alumno el protagonista, pero además del
maestro, son varios los involucrados. Qué entienda que el dolor del sistema
educativo, proviene de una herida económica, política y social en la que está
inmersa la mayoría de su población. El aprendizaje no es un ente aislado de los
problemas de casa, de la madre, del padre, de las querellas sindicales, de la
promulgación oficial de leyes a conveniencia o de la situación cultural del
país.
Una
reforma dónde se dignifique la labor docente como una profesión, que brinde,
además de herramientas profesionales a los maestros, seguridad laboral y
estabilidad económica.
Una
reforma que incluya una evaluación con procesos adecuados a la práctica
docente, que certifique hechos reales en momentos y lugares reales. Procesos de
evaluación apegados a la educación y ajenos a intereses políticos.
Una
reforma que trastoque todos los niveles del sistema.
Notas, notas…
Después de más de 20
años de carrera magisterial, es decir, 20 años de evaluar a los docentes el
resultado fue… ¿Cuál fue? ¿Logró sus objetivos? Si esas evaluaciones no
sirvieron, entonces ¿Por qué éstas si funcionarán? Vamos dialogando…
Lo que ya sabemos es que
de nueva cuenta se proyecta un recorte al presupuesto en educación, salud y
agricultura. Disminución que oscila en 175 mil millones de pesos…
Excelente artículo compañero, con argumentos válidos, con estadísticas reales que demuestran lo que sucede y cómo estamos en México en el ámbito educativo.
ResponderEliminarEvidentemente pienso que es una "estrategia" que se saca de la manga el actual gobierno para hacer, lo que muchos sabemos, cuando están en el poder y tienen hambre de más poder.
Felicidades José Alberto Barrera Gamboa, maestro comprometido y entregado a su labor de educar.
Además, eso de la reducción del presupuesto 2017 a esas prioridades (básicas) de México, es un retroceso enorme, hacia dónde se irán esos recursos?
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