Las buenas intenciones de una reforma educativa


Por Oscar Isaac Corral Arias

Estamos viviendo un ambiente de incertidumbre, zozobra y desconcierto total en el sector magisterial a causa de las enmiendas al artículo 3º constitucional y la promulgación de las leyes secundarias.


El gobierno ha hecho manifiesta su decisión de retomar la rectoría de la educación, que bien vale decir, compartió e incluso cedió al SNTE. Sus acciones han sido contundentes: la aprensión de la ex líder Elba Esther Gordillo, la imposición casi unilateral de una reforma educativa con más tinte de laboral y el desalojo de los profesores de la CNTE del Zócalo dan un panorama de la filosofía de este gobierno: “las cosas se hacen como el presidente lo proponga”.

"En la reforma educativa no se tomaron en cuenta a los profesores, sólo se tomó en cuenta cómo ponerlos a prueba y en el caso, cómo despedirlos sin responsabilidad."

En esa idea, se aprobó en la cámara de Diputados y el Senado en menos de una semana, la reforma educativa que toca puntos muy delicados sobre la profesión docente; el ingreso y la permanencia. Los dos grandes rasgos más distintivos de esta reforma educativa-laboral son; uno, bajar los niveles de control del SNTE en todos los estados y dos, elevar la calidad de la educación a partir de evaluaciones a los profesores, con más sentido punitivo que formativo.

La intención del gobierno es mejorar la calidad de la educación, nadie se opondrá a ello. El asunto se complica cuando observamos el camino y la ruta trazada de este gobierno para lograr su objetivo (el cómo). La opinión especializada celebraba la iniciativa de poner un fin a la injerencia del SNTE en la educación, pero al mismo tiempo se mantenían circunspectos a las modificaciones de las leyes secundarias que marcan los detalles para cumplir lo modificado en el artículo 3º, la calidad.

Pasados varios meses, por fin se dio a conocer la forma en cómo operarán varios sistemas de la SEP para “garantizar” una mejor educación en todo el país. El censo a cargo del Sistema de Información y Gestión Educativa (SIGED), la autonomía del Instituto de Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y la creación de un Servicio Profesional Docente (SPD) son la propuesta ya aprobada para cumplir con la constitución.

"Sin la definición clara de qué se entiende por "calidad" y fincando responsabilidades únicamente al docente, la reforma no pasará de ser una buena intención."

Con lo anterior, los mismos expertos que celebraron la intervención del gobierno en educación, critican el fondo de las leyes secundarias pues si bien, hay intenciones de modificar las culturas magisteriales que poco contribuyen a mejorar los aprendizajes de los alumnos, como se pretende lograr esto es mediante la vía fácil y rápida, despidiendo a los maestros que reprueben.


Es necesario que los docentes sean despedidos cuando no cumplen con los elementos más indispensables para ejercer como profesor. En un país en donde se aspira a una buena educación, no podemos seguir teniendo a profesores sin compromiso y vocación en las escuelas. Pero tampoco podemos estar utilizando las evaluaciones como medida de presión para la mejora. Si trasladamos ese hecho a una imagen en un salón de clases, vemos al gobierno como el maestro, los profesores como los alumnos, y escuchamos al profesor amenazando constantemente de correrlos si es que no pasan un examen (elaborado por el INEE) que los alumnos no conocen. Sin saber si será el mismo o será diferente para todos, si el maestro dará a conocer en qué aspectos los alumnos andan mal o entregará solo la calificación.  Al final, los alumnos que son los maestros, estarán más preocupados por pasar el examen del gobierno que es el profesor, por miedo a ser corridos a sus casas que por la motivación de aprender, o en su caso, seguir trabajando.

Estamos al borde de quedar en una reforma de puras buenas intenciones dado que el magisterio en general no se siente cómodo con las nuevas disposiciones de la ley (y cómo si no fueron consultados), sólo una parte junto con la CNTE se atreve a hacer público su rechazo pero no por ello debe ignorarse el descontento que acarrea cada sexenio un cambio de planes educativos, metodología de trabajo y en general, siempre, la panacea que llevará nuestra escuela a los niveles de la finlandesa o coreana. 


Publicado en Reflexión educativa

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