Felicidades has sido aceptado en la Normal



Antes que nada me remito a justificar el porqué del presente título. De entrada puedo culpabilizar a un artículo con el que me topé que lleva por nombre "Lo que esperan los alumnos de nuevo ingreso", mismo que contiene un breve apartado de mi autoría sobre las expectativas de la profesión docente (que por cierto todavía dispongo),  en una edición pasada de octubre del 2009 de la revista emitida por la ENS, Didáctica magna. En éste sentido estoy en el supuesto que a la mayoría le agradó ser aceptado dentro de una institución educativa tan importante y de tal peso en nuestro estado que sería difícil imaginar una realidad en la cual carezca de un centro donde se brinde una formación pedagógica-profesional. Dada su evidente relevancia para la capacitación de los nuevos docentes, dispone con esto dentro de la otra cara de la moneda un sin número de responsabilidades a cumplir donde se encuentra uno de los engranes más sustanciales que harán funcionar el motor educativo de nuestra sociedad, el futuro docente.

Es cierto que conforme el paso de los años se ha visto modificaciones respecto a las diferentes áreas de crecimiento de la Escuela Normal, no sólo remitiéndonos a los casos de infraestructura, calidad educativa, prácticas pedagógicas, y claro está en su planta docente. Quiero decir existe otra esfera que no se percibe tan evidente como las antes mencionadas, con ello me refiero a la condición psicológica y filosófica por la que se encuentran no sólo los mismos maestros que en ella laboran, sino en los alumnos en especial. Así pues se ha personificado el punto de partida del presente artículo, el perfil psicológico del estudiante de nuevo ingreso.

Pero ¿cuál es la mentalidad del nuevo aspirante a la docencia? Es entonces cuando empiezan a surgir todas esas interrogantes en común que han estigmatizado y estereotipado a la profesión docente dentro del sistema social. En consecuente se tornan permeables las posibilidades de encontrar estudiantes que a pesar de haber transcurrido de forma “satisfactoria” su vida escolar (preescolar, primaria, secundaria y bachiller) todavía no asimilan el grado de responsabilidad que tiene un docente frente a la sociedad. Que si bien se encuentran fuertemente influenciados por la figura en particular que representa un maestro, debido a que la rutinaria interacción con el mismo ha facultado la consolidación de un esquema mental considerable para “definir” digámoslo así, la concepción del docente. Sin embargo esta estructura no ha colmado el ancho que debería, ya que durante toda su escolaridad este sujeto se ha encontrado tras el pupitre, no tras la pizarra. Esta discrepancia de nivel entre maestro y alumno no sólo se debe concebir en estratos espaciales, sino en algo más esencial y significativo, i. e. el carácter psicológico.

Es de vital trascendencia que los alumnos normalistas próximos a egresar analicen el ulterior cuestionamiento ¿Con cuánto llegué a la normal, y con cuánto me voy? Tomando prudencia al delimitar la percepción del adverbio dada la extensa complejidad que éste dispone, hacia una dimensión física, psicológica y cognitiva, de manera respectiva. Dado que el propósito estriba en escribir un artículo para los escolares normalistas sin distinción de niveles, en efecto la previa interrogante funciona también como pivote para orientar al alumno de nuevo ingreso a la formación pedagógica que requiere, incluso es ahí donde su carácter semántico presenta un mayor auge.

Nota: Pido una disculpa a los lectores del blog por una larga ausencia sin emitir una publicación ello es debido a las múltiples ocupaciones que corrompen el estimado del tiempo que se debería disponer para cada área (personal, social, familiar, laboral, etc.). 

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