AHORA TODOS SON DOCTORES EN EDUCACIÓN


 Por Oscar Isaac Corral Arias

En el estado de Sinaloa como en el país la demanda de programas de posgrados ha ido a la alza. Cada vez más hay profesionistas que buscan incorporarse a los diferentes programas de maestría y doctorado que se ofrecen tanto en el sector público como en el privado. No existe una causa única que explique el fenómeno de expansión de la oferta y la demanda de dichos programas, ni tampoco una sola consecuencia. Lo que encontramos cuando revisamos la literatura y la realidad es que esto obedece a múltiples causas y sus consecuencias son diversas además de que muchas de ellas aún son poco investigadas o bien, desconocidas.

A pesar de que el tema es amplio intentaré traer algunas reflexiones a debate. En el caso de la demanda, podemos decir que a partir de los esfuerzos del gobierno de ampliar la cobertura educativa desde la segunda mitad del siglo XX, el nivel de escolaridad entre las personas se ha elevado. Más personas terminan sus estudios de nivel básico, medio superior e ingresan al nivel superior. Este fenómeno se ha vuelto más notorio en las últimas dos décadas con el creciente número de alumnos que se titulan en las diferentes instituciones de nivel superior.  De cara con los estudiantes que se titulan hallamos una serie de razones que explican por qué deciden estudiar un posgrado, entre las cuales encontramos las siguientes:

  • Seguridad laboral
  • Necesitan los estudios para incrementar sus ingresos.
  • Son necesarios para aspirar a ocupar puestos de mayor jerarquía que reditúan a su vez mayores ingresos.
  • Para impartir clases en una institución de nivel superior.
  • Obtener un mayor reconocimiento social.
  • Lograr un nivel mayor de comprensión de diferentes procesos, temas o problemáticas.
  • Sensación de éxito y autorrealización[1]


Si enfocamos el análisis en cuanto al sector del magisterio podemos descartar algunas causas y prestar más atención en otras. Por ejemplo, con el mecanismo de promoción denominado Carrera Magisterial, la formación profesional representa apenas 20 de 100  puntos globales que son acreditados una única ocasión. En el caso de estar cursando un posgrado, los lineamientos generales de CM 2011 exentan el requisito de antigüedad[2], es decir, estudiar un posgrado tiene peso en cuanto al actual programa de promoción (que según la Ley del Servicio Profesional Docente en 2015 se sustituirá) pero no termina por ser determinante.  Si bien, estudiar el posgrado y titularse ayuda, en cierta medida, a mejorar los ingresos tomando en cuenta otros factores (antigüedad, cursos de formación, aprovechamiento escolar, actividades cocurriculares etc.) tampoco el título por si mismo lo asegura. Del mismo modo, en la promoción vertical (puestos de mayor jerarquía) el estudio del posgrado juega un papel importante pero no determinante (escalafón).  

Ahora bien, en cuanto a la demanda sobre maestrías y doctorados, específicamente en el área de la educación, encontramos que muchos de los jóvenes que se incorporan a estos programas siguen una inercia, la que se subyace al supuesto de “seguir preparándose” para ser más exitosos, conseguir más oportunidades de mejores empleos o bien, trascender dentro de los que ya poseen. No es que sea malo estudiar la maestría o el doctorado “porque es lo que sigue” pero bajo esta lógica se pierde el reconocimiento de lo que verdaderamente implica estudiar un posgrado como por ejemplo una sólida profesionalización que deviene de niveles académicos exigentes o bien, mayor vinculación entre la generación de conocimientos a la resolución de problemáticas reales.  Bajo esta lógica, la que demanda posgrados en zonas de confort, de mínimo esfuerzo, de superación individual en detrimento de verdaderos procesos formativos que contribuyan al desarrollo y la innovación, ha surgido una oferta educativa hecha a la medida.

 A luz de una demanda creciente de maestrías y doctorados en áreas de educación por mencionar un ejemplo, las instituciones públicas no se han dado abasto para satisfacer dicho reclamo. En el estado de Sinaloa las instituciones que ofrecen posgrados en el área de educación son la UPES, la ENS, ENES, la FACE de la UAS por mencionar algunas. Sin embargo, todas ellas son de carácter público y no pueden absorber la cobertura total que demandan los profesionistas que buscan estudiar un posgrado. Esta situación es aprovechada por las instituciones de educación privada quienes ofertan sus programas diseñados en ocasiones a las necesidades del estudiante. Algunas características que tienen estos programas son:

  • Horarios hiperflexibles, en algunos basta con asistir un día cada tres o cuatro semanas.
  • Se especializan solamente en la enseñanza.
  • La incorporación a estos programas parte de una serie de requisitos donde no existen filtros (claramente así es en el sector privado más que en el público.), es decir, no hay proceso de selección o si lo existe es meramente un trámite.
  • Los profesores que imparten clases se dedican solamente a enseñar, pocos son investigadores y casi ninguno se incopora al SNI.
  • Al ser instituciones donde se pondera el lucro, lo académico muchas veces se ve rebasado “si pagas pasas”.
  • Sólo una parte de los programas en maestría y doctorados cuentan con RVOE, los demás no cumplen con los requisitos mínimos de infraestructura, plan de estudios, planta docente y demás. Son los posgrados llamados “patito”.


En el estado de Sinaloa, solamente existe un posgrado del área de educación que se encuentra en el Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) de CONACYT, y es de origen público. Lo que quiere decir que a pesar de la amplia oferta de maestrías  y doctorados no existe un sólo programa de posgrado de calidad de origen privado.

Para finalizar, el análisis de este tema amerita reflexiones profundas sobre el papel que juegan el estudio de posgrados y sus consecuencias. Pues si bien, ahora más que nunca contamos con doctores que se titulan bajos las más cómodas condiciones, esto no quiere decir que se haya vivido un verdadero proceso formativo y en muchas ocasiones, ni siquiera contribuye a un mejor nivel de profesionalización ni tampoco a la propuesta de soluciones a los problemas. Los posgrados privados sirven para satisfacer las demandas individuales de estudio pero, podríamos dudar que sus planes de estudio, su personal docente e incluso sus instalaciones (bibliotecas sumamente limitadas) ofrezcan condiciones para ofrecer verdaderos procesos de formación académica como los que implica cursar una maestría o un doctorado de calidad reconocida por CONACYT. Queda pendiente hacer la reflexión por parte de las instituciones públicas, que si bien, algunas han decidido abrazar la idea de ampliar su cobertura, muchas han descuidado la calidad de sus programas.





[1] Algunas de estas razones coinciden con los estudios  Esquivel y Rojas (2005). Motivos de estudiantes de nuevo ingreso para estudiar un posgrado en educación. Revista Iberoamericana de Educación. Organización de Estados Iberoamericanos. Número 36/5. Recuperado el 17 de enero de 2010:
www.rieoei.org/investigacion/953Esquivel.PDF
[2] En el caso de Sinaloa desde el ciclo escolar 2013-2014 el requisito de los 3 años de servicio no fue indispensable.

Reflexión educativa

Comentarios

Entradas populares de este blog

La monotonía un problema común en un salón de clases

La comida chatarra en la escuela

Influencia del medio social en la escuela, hablemos en valores