Tienes el valor, o hago que te valga. Sobre las comunidades rurales


Por Freddy Leo Flores


“Me quejaba de tener no zapatos, hasta que vi un hombre sin pies”.



Queda claramente apreciable que dentro del funcionamiento adecuado de una estructura social, la atención o cobertura similar o igual de los servicios públicos en todos los sectores de la población es determinante para su progreso y desarrollo. Sin embargo cuando se vive en condiciones de austeridad, de pobreza, de sufrimiento, de abandono, de limitaciones, de ambiciones y/o falta de ideales, la situación cambia radicalmente.


Cuando se vive en este contexto, todo parecería pasar a un segundo término, puesto que lo único importante es poder sobrevivir, palabras posiblemente fuertes, pero verdaderas. Quién diría que en pleno siglo XXI existirían casos como este, quién podría pensar que a tan solo 45 minutos de la capital del estado, hubiese un grupo de personas en condiciones precarias, olvidados, aislados. Las autoridades pueden jactarse de que en sus archivos la atención para este tipo de comunidades ocupa un lugar importante dentro del mismo, pues si bien es cierto que muchos de ellos son apoyados por programas de carácter público, lo que se les brinda es mínimo comparado con las verdaderas necesidades de estos singulares habitantes. Parece ser que hasta la ubicación geográfica se ensaña con dicho grupo social.

Es triste apreciar y ser parte de esta situación, es más triste presenciar la indiferencia con la que actúan las mismas autoridades educativas y gubernamentales, propiciando que todo esto sea posible. Mi duda aquí seria saber quién fue el primer indiferente, los olvidados o los olvidadores. Aquellos olvidados que a raíz de ello, han perdido los deseos de vivir, las ganas de trascender, el amor por ellos mismos y por los suyos, y cuyas únicas aspiraciones giran en torno a lo que socialmente está prohibido (siembra y venta de drogas), una actividad económicamente redituable hasta que aparecen algunos uniformados y les recuerdan la realidad, consideremos que muchos de ellos sustentan sus ingresos en esta actividad por demás ilícita, cuestionable de principio a fin, pero por demás la única opción para ellos.

Por otro lado no menos grave debería de ser considerado el hecho de trabajar en condiciones precarias, inseguras y por si fuera poco mal pagadas, imagínate mi estimado lector, tener que recorrer 5 kilómetros, para obtener un poco de agua, o que allá madres que tengan que sacar adelante a sus hijos, porque sus esposos tengan que cumplir una condena debido al haber desempeñado la actividad antes mencionada, misma que no eligió, sino que tuvo que seguir para sacar adelante a su familia, no los justifico, sólo los entiendo, por otro lado están los de corbata y escritorio, aquellos que se olvidaron de lo que es sufrir, si es que lo hicieron alguna vez. Son aquellos que se limitan a cuestionar, a juzgar a todos por igual, sin considerar que somos diferentes, pasando por alto que las situaciones para cada caso son diversas.

Se les ha olvidado que muchos de ellos son sólo niños, se les ha olvidado que ellos son los que más merecen atenciones, se les ha olvidado que ellos no pidieron formar parte de esta situación y que son ellos los que al paso de los años marcaran la diferencia entre los formar parte de los buenos, los malos o los del montón.


Publicado en Utopía educativa


Comentarios

  1. me encantó, ojalá todos tuvieran la conciencia de lo que realmente ocurre en las comunidades donde laboramos....

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  2. Muy bueno tu artículo freddy, me pareció un artículo con un enfoque muy humanista, particularmente en las últimas líneas... Saludos colega

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